En 2013, el municipio labró un promedio de seis actas diarias a vecinos que se resistieron a la labor de los fiscalizadores y hasta los agredieron.
Por Florencia Ripoll
“Recibir insultos casi viene con el uniforme”, dicen con una cuota de ironía inspectores de varios cuerpos de fiscalización del municipio, abocados a vigilar y sancionar la violación de diversas normas en la ciudad. Y no es que estén resignados al maltrato de parte de los contribuyentes, aclaran los agentes, sino más bien que en la escala de actitudes con las que suelen chocar, ligar un “bolu…” o sinónimo es sacarla barata.
Trompadas, empujones, patadas, botellazos y hasta embestidas con el auto forman parte de las reacciones con las que algunos ciudadanos responden al labrado de una multa de tránsito o de otra clase.
Durante 2013, y según las estadísticas del Tribunal de Faltas, todos los cuerpos de control municipal giraron a esa dependencia un total de 1.681 multas aplicadas en diferentes operativos a personas que desoyeron al inspector o lo agredieron. Es un promedio de más de seis por jornada de labor de los fiscalizadores.
Del total de actas, 937 se labraron por rebeldía (“no acatar las órdenes del inspector”); mientras que otras 454 buscaron sancionar “trato incorrecto y agresiones”, en muchos casos físicas. El resto correspondieron a “entorpecer” o “perturbar el accionar del inspector” y “desconocer” sus instrucciones. Todas estas faltas implican sanciones económicas que se suman a la de la multa original.
Desde las filas de inspectoría del municipio señalan, claro está, que no todos los ciudadanos responden con rebeldía o maltrato a las sanciones; pero advierten que en muchos tipos de controles o ante ciertas actas ya son habituales los “piquetes”, que conllevan una cuota importante de violencia.
Los agentes que se encargan de vigilar el tránsito, la venta callejera, a taxis y remises y los locales nocturnos son los que más se topan con esas actitudes.
Te tiro el auto. “Somos agredidos constantemente, sobre todo en los controles de alcoholemia y toda vez que se requiere retener y secuestrar el vehículo. El insulto ya es casi normal, pero tenemos compañeros y compañeras golpeadas, atropellados, con la nariz quebrada. Hubo numerosos casos”, apunta Federico Notta, inspector de Policía de Tránsito y delegado del Suoem en ese cuerpo, que suma más de 500 inspectores, además de los apostados en los CPC.
El agente señaló que los ataques ya son casi telón de fondo de cualquier actuación de la grúa. En los procedimientos que involucran consumo excesivo de alcohol, tampoco ayuda el estado en que suelen estar los sancionados: “La gente tiende a agredir más, no está plenamente consciente”. En esa infracción, la multa arranca en 1.500 pesos, pero se eleva en sintonía con la graduación alcohólica.
“Para nosotros, es imposible salir sin la Policía que nos acompaña por seguridad. Es más, si tenemos sólo un efectivo no hacemos controles en puestos fijos sino ambulantes; porque para los fijos necesitamos al menos dos”; asegura Rodolfo Castro, delegado en el cuerpo de inspectores de Control de Transporte. De la centena de agentes con que cuenta el área, unos 50 están abocados al control del transporte individual (taxis, remises y trafic escolares), y son los que lidian con la realidad que describe Castro arriba.
“Casi todos han sido atropellados porque les tiran los autos encima; pasa habitualmente al controlar los remises ilegales’, sin habilitación del municipio para funcionar. A algunos, si no estás con la Guardia de Infantería, no podés controlarlos”, revela el delegado. El castigo para el remise “trucho” es una multa que arranca en 3 mil pesos y el secuestro del vehículo. “Por eso la mayoría intenta fugarse”, explica. Y ensaya otra causa para la rebelión generalizada: “Hay resistencia a la fiscalización porque el municipio está haciendo muy pocos controles. Entonces, cuando a los conductores les toca uno, tratan de evadirlo porque no están acostumbrados”.
Todos contra el municipal. Otros que dicen lidiar a diario con ataques son los inspectores de Control Integral de la Vía Pública abocados a vigilar la venta callejera en el Centro. “Cuando se incauta o secuestra mercadería en la calle se dan los mayores picos de violencia verbal y física. Nos dan golpes, patadas o nos tiran con elementos”, denuncia Víctor Romero, delegado en el área.
Ante esta situación, el cuerpo de entre 56 y 58 inspectores salió con seguridad reforzada a fiscalizar la Peatonal en la segunda quincena de diciembre pasado, en pleno auge de las ventas por las Fiestas. “Entre el 14 y el 31 salimos con dos carros de la Guardia de Infantería, un móvil de la Policía y más de 30 efectivos a pie. Y aún así hubo 7, 8 inspectores agredidos”, grafica.
Romero remarca que en los procedimientos no sólo son atacados por quienes cometen la falta, sino por personas que se solidarizan con el sancionado: “La sociedad en sí está violenta, entonces si ven a un inspector actuando, incluso no sabiendo, se ponen del lado del vendedor. Te dicen: ‘¿por qué no actúan en otros casos?’. Hasta cuando incautamos alimentos en la calle sin control, que pueden hacer muy mal al que los compra, la gente toma el lado del que quizá ve como más débil, el que sale a vender algo en lugar de robar. Asume el lado del hipotéticamente más débil y ahí se van caldeando los ánimos”, cierra.
Extremos.
Algunas de las agresiones más violentas registradas en el último tiempo:
»Embestido: El último episodio extremo se dio en octubre, cuando un grupo de inspectores hacía controles de taxis y remises alrededor del Palacio municipal. Un taxi, que cuyo chofer no estaba inscripto, quiso fugarse, aceleró y atropelló a un inspector que estuvo 50 días de licencia médica.
»A patadas: Entre los ataques más violentos está el que sufrió José Pierotti, en 2012. Este inspector fue agredido por un grupo de vendedores ambulantes mientras realizaba un procedimiento en la calle San Martín. Le aplicaron un cabezazo que lo tiró al piso y, una vez allí, fue ataco a patadas. Estuvo internado en terapia intensiva, y registró fracturas del maxilar y el tabique nasal, además de hematomas.
»Incendiado: También en 2012, Mario Brizuela, otro agente de Control Integral de la Vía Pública fue golpeado con un hierro en un procedimiento. Se registró un intento de incendio a un móvil de los inspectores: fue rociado con combustible y le prendieron fuego, y pudo ser sofocado.