Francisco arribará mañana a Río, convulsionada por protesta pero repleta de jóvenes. Cambios en agenda para estar cerca de la gente. Julián Cañas, enviado especial a Río de Janeiro.
En lo que será su primera gira internacional, el papa Francisco tendrá desde mañana una cita multitudinaria con el sector que mejor recibió su mensaje de austeridad y compromiso social que trata de impulsar en la Iglesia: los jóvenes.
La polifacética y convulsionada Río de Janeiro abrirá desde mañana sus brazos al primer papa latinoamericano, que por lo realizado en sus primeros días en la máxima conducción de la Iglesia, está demostrado que no llegó al Vaticano para pasar inadvertido.
El 28° Encuentro Mundial de la Juventud será un escenario ideal para el papa argentino, que intenta remover las estructuras más conservadoras del catolicismo.
En su estadía de seis días en esta ciudad, la segunda más poblada de Brasil, con más de ocho millones de habitantes, Francisco difundirá al menos uno decena de mensajes, entre discursos y homilías. Pero lo más importante serán sus gestos.
Como cuando era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio pretende estar cerca de los más necesitados. Por eso hizo modificar la agenda para visitar una favela y un hospital que se especializa en recuperar a jóvenes adictos.
El Papa no tendrá actividad oficial el martes, pero todos creen aquí que no serán precisamente horas de descanso para el argentino. “Seguramente sorprenderá a todos con alguna salida o recibimiento que nadie tenía en cuenta”, aseguró ayer un integrante del comité de voluntariado que trabajó para organizar estas jornadas.
Francisco está cambiando algunos aspectos de la Iglesia y se esperan nuevos gestos audaces, que se conviertan en una bocanada de aire fresco para los católicos.
Esta ciudad fascinante, como contradictoria por sus claroscuros sociales, será la sede del encuentro, tal vez virtuoso, entre un Papa renovador y jóvenes ansiosos de que algo cambie para alimentar su fe.
Francisco ya ha dejado claro que no quiere autos blindados y que pretende un cara a cara con los casi dos millones de jóvenes que aguardan sus mensajes.
El Papa ha sido en toda su trayectoria pastoral un hombre calmo y partidario de los consensos. Pero nunca esquivó los desafíos y estuvo atento a los movimientos sociales. Precisamente, arribará mañana a este país convulsionado por las protestas callejeras.
El gobierno brasileño está muy preocupado por esta situación y ha dispuesto un operativo de seguridad con más de 25 mil efectivos.
Los manifestantes han dejado claro que los reclamos no son contra el Papa, si no que buscan un llamado de atención para la presidenta Dilma Rousseff, que afronta el momento más crítico de su gestión.
Brasil es un gigante que va camino a convertirse en la quinta economía del mundo. En los últimos ocho años, más de 40 millones de brasileños abandonaron las cifras siempre lacerantes de la pobreza, para integrar la clase media. Justamente, tal vez como un parangón con nuestro país, ese sector es el más vivaz a la hora de reclamar soluciones al Gobierno.
Peregrinos. Atraídos como pocas veces por la máxima autoridad de la Iglesia, sólo comparado con el esplendor que vivieron Juan XXIII, “el Papa bueno”, y de Juan Pablo II “el Papa peregrino”, jóvenes de todo el mundo decidieron viajar hasta esta cuna de la cultura y del turismo para escuchar a Francisco, “el Papa humilde”, como los europeos lo han bautizado.
Los ojos del mundo estarán puestos durante una semana en Río de Janeiro. Los oídos de los dos millones de peregrinos y de los jóvenes católicos del resto del planeta, también estarán atentos a los mensajes del Papa, un “revolucionario con calma”, como lo han identificado analistas de su trayectoria.
Francisco es argentino y nunca olvidará su origen, pero ahora debe conducir a más de mil millones de católicos.
El Papa hablará para todo el universo, pero no sorprendería que algunas de sus definiciones pudieran calzarle como traje a medida a lo que está viviendo Argentina, en medio de un proceso electoral.
La presidenta Cristina Fernández estará el próximo domingo en la despedida del Papa de Río de Janeiro. Es un gesto de acercamiento, en medio de los fuegos electorales, luego de la frialdad inicial y el gélido y escaso trato que tuvo con Bergoglio cuando fue el arzobispado de Buenos Aires.
Francisco está rompiendo moldes y estructuras.
Fuente: Diario La Voz del Interior