Cuidarse, cuidar y ser cuidado son actitudes propias de quienes viven en sociedad. Sin embargo, no todos tienen conciencia de que son protagonistas de su propia salud y que este es un rol intransferible.
Por Cecilia Cravero*
Cuidarse, cuidar y ser cuidado so n actitudes propias de quienes viven en sociedad. Sin embargo, no todos tienen conciencia de que son protagonistas de su propia salud y que este es un rol intransferible.
En la década del 80 comienza a darse importancia al autocuidado. Se trata del “conjunto de medidas que toman las personas para mejorar y mantener su propia salud y bienestar en el seno de las actividades cotidianas” (OPS 1996).
Se basa en prácticas y decisiones diarias que realizan las personas con el objetivo de mantener y fortalecer la salud y prevenir enfermedades. El individuo pasa de ser pasivo a ser activo frente a su salud.
Entre las prácticas que debe realizar se destacan: alimentación adecuada, actividad física frecuente acorde a edad, sexo y entrenamiento, control de consumo de medicamentos, manejo de actitudes sociales y estrés, comportamientos seguros sobre factores que provocan enfermedades (consumo de drogas, alcohol y cigarrillos), control periódico de los factores de riesgo, entre tantas. Para ello, es necesario la apropiación de los conocimientos básicos de las causas que producen enfermedades y su prevención.
Esto es lo que constituye la educación para la salud, que la Organización Mundial (OMS) define como “la serie de actividades educativas diseñadas para ampliar el conocimiento de la población en relación con la salud y desarrollar los valores, actitudes y habilidades personales que la promuevan”.
El médico tiene la obligación de fomentar y asesorar a los pacientes sobre las diferentes medidas preventivas que cada persona debe realizar, pero sin duda el autocuidado no sólo depende de la información que se obtiene en la consulta. Tanto el individuo sano como el enfermo deben aplicar el concepto del autocuidado. Al sano, le permitirá mantener su salud y el enfermo podrá recuperar o mejorar su estado. El autocuidado debe ser considerado un hábito de vida.
Las estrategias para promover el autocuidado son la educación para la salud, donde el primer actor es el Estado junto al equipo de salud. Sin embargo, hay otras estrategias como son los grupos de apoyo compuestos por pares que padecen iguales patologías (diabetes, obesidad, e nfermedad de Alzheimer, cardiopatías, alcoholismo y drogadicción, artritis entre tantos).
Las redes sociales formadas por amigos, parientes, vecinos surgen también como herramientas muy importantes. Y, son las mujeres las que con más frecuencia toman el rol de promoción y apoyo de la salud.
Los medios de comunicación son un aporte incalculable al momento de apoyar la educación de la salud. Hoy, se suman las tecnologías de la información como otro recurso importante, aunque aún no suficientemente aprovechado en Latinoamérica para la promoción del autocuidado y la atención de pacientes crónicos.
La OMS destaca que el 80 por ciento de los pacientes adultos mayores padecen enfermedades crónicas no transmisibles. Es decir, afecciones que persisten en el tiempo y requiere cuidados continuos y permanentes, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, las dislipidemias, el cáncer, algunas enfermedades respiratorias (Epoc), algunas enfermedades mentales y neurológicas, entre otras.
Estas constituyen la principal causa de muerte en los países de Latinoamérica y se supone que aumentarán un 17 por ciento en los próximos 10 años. De ellas, las enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte.
La hipertensión arterial es uno de los factores de riesgo más importantes para el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares. El solo control de la hipertensión reduce a más de la mitad la incidencia de los Infartos agudos de miocardio (IAM), accidentes cerebro vasculares (ACV), insuficiencia cardiaca e insuficiencia renal crónica. Tres de cada 10 personas son hipertensas en nuestro país, sin embargo, sólo la mitad lo sabe, de ellas el 50 por ciento está tratado y, sólo el 26 por ciento está bien controlado. La falta de detección y adhesión al tratamiento se explica en la falta de autocuidado, que consiste –además de la toma de la medicación– en seguir la dieta y modificaciones de hábitos de vida, coincidentes con las instrucciones de la información proporcionada por el médico.
La diabetes es la enfermedad crónica que requiere mayor autocuidado. La adherencia al tratamiento médico es de un 70 por ciento pero en la adecuación a los hábitos de vida escasamente alcanza al tercio de los pacientes. Los diferentes sistemas de salud idearon estrategias para hacer un seguimiento del paciente diabético, como recordatorios a través de mensajes de texto, exigencias de controles para suministrar medicación, chequeras que sirven de certificación, etcétera, pero nada reemplaza la educación e información que incorpora el paciente y le permite aplicar el autocontrol, lo cual ha demostrado mejorar la morbimortalidad y la calidad de vida.
El cuidado integral de los pacientes debe basarse en la educación, informando y fortaleciendo los conocimientos de las diferentes patologías. Esto les permite convivir con la enfermedad y reducir así sus complicaciones y mortalidad.
La educación para la salud es el pilar fundamental para el autocuidado de las personas además de ser la asignatura pendiente que los médicos debemos incorporar a nuestra práctica diaria.
*Médica. Secretaria Académica del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas de Córdoba