Protestas ganan espacio inesperado en Brasil

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85_6Los reclamos iniciados por el aumento del precio del transporte en San Pablo o Río se extendieron por el país y sumaron planteos de otros grupos descontentos.

 

¿Cómo se explica que un movimiento que reclama algo tan utópico como el acceso gratuito al transporte público en San Paulo empiece agru­pando a 1.500 personas en una manifestación y en menos de una semana consiga extenderla por todo el país? La mecha se prendió cuando el alcalde de la ciudad, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), anunció a principios de junio que subiría el precio del billete de 3 a 3,20 reales. En teoría, muy poca cosa.

El alcalde ya explicó que hacer gratuito el transporte supondría un gasto para las arcas públicas equivalente a dos mil millones de euros, con lo que habría que duplicar los impuestos locales. Argumentó también que si hubiese subido el precio con arreglo a la inflación el billete costaría 3,47 reales. Y sin embargo, el “Movimento Passe Livre (MPL)”, que cuenta con más de siete años de protestas, consiguió en la última semana una visibilidad con la que nunca soñó. Se le han ido sumando grupos detrás de su bandera. Y cada uno viene con la suya.

Así, las movilizaciones contra el transporte se extendieron por todo el país y la convocada para ayer en San Pablo se preveía más multitudinaria que ninguna. Al movimiento del trans­porte se le han sumado sindicalistas, grupos ligados a partidos como las Juventudes del PT, grupos autónomos como los hackers de Anonymous y los 100 anarquistas que integran el grupo Black Boys, para los cuales la destrucción de bienes materiales no es un acto de violencia si se produce como reacción a la violencia policial.

La primera manifestación, del viernes 7 de junio, congregó a varios centenares de personas en una ciudad de más de 11 millones de habitantes, la mayor de Brasil. El martes pasado reunieron una cifra parecida. Varios manifestantes quemaron dos colectivos y los diarios los trataron de vándalos. El alcalde petista Fernando Haddad, quien estaba en París en un viaje oficial junto al gobernador del Estado, el socialdemócrata Geraldo Alckmin, también los tachó de vándalos.

Mientras tanto, la protesta fue creciendo a través de las redes sociales. Pero su difusión masiva sólo explica una parte el fenómeno. Otro factor fue la visibilidad que otorgó la violencia. El miércoles por la noche se convocó a otra manifestación que terminó con ocho policías heridos y más de 80 colectivos rotos. A la noche siguiente la Policía no estaba dispuesta a quedarse con los brazos cruzados. Y algunos manifestantes, tampoco. A la protesta del jueves acudieron más de cinco mil personas. “Allí había de todo”, explica un vecino que prefiere no dar su nombre. “Antes de que comenzara el conflicto había mucha gente con los rostros ­cubiertos, preparados para lo peor. Había también muchos estudiantes de escuelas de alto nivel que se movilizaron para ir todos juntos. Son esos tipos de estudiantes que no usan el colectivo y a quienes los padres llevan con sus autos. Esto no invalida el movimiento, pero sirve para ilustrar que la composición no es uniforme”.

En las convocatorias de las redes sociales se mencionó mucho a los indignados de Madrid, al movimiento de ocupación de Wall Street y las últimas protestas de Turquía. Pero no está claro que haya ningún vínculo entre ellas.

La protesta del jueves ter­minó con 81 manifestantes heridos (entre los cuales había siete periodistas de la Folha de São Paulo) y 42 policías. A partir de entonces la situación dio un giro. Elio Gaspari, columnista de O Globo y de la Folha, escribió un artícu­lo donde explicaba que tras recorrer dos kilómetros de manifestación pacífica pudo comprobar cómo 20 agentes de la Policía Militar iniciaron las agresiones. El alcalde culpó también a la policía, cuyo máximo responsable es el gobernador Alck­min. Y Folha publicó un editorial titulado Agentes del caos, donde afirmaba que la policía del Estado ofreció en la noche del jueves “un espectáculo de falta de preparación, truculencia y pérdida de control aún más grave que el vandalismo” que debían evitar.

El movimiento, ya de por sí difuso, se convirtió en algo más heterogéneo y masivo. “Ahora protestan por todo: contra los gastos que genera el Mundial de fútbol, contra la violencia de la policía en la periferia, contra el poder de la Iglesia Evangélica… El aumento del billete es solo un pretexto”, explicó Nuncio Briguglo, secretario de Comunicación de la alcaldía.

El alcalde Haddad citó a varios representantes del movimiento para dialogar hoy.

Con signos de interrogación

Todo el país. Además de Brasilia, San Pablo y Río, hubo concentraciones en Belo Horizonte, Porto Alegre, Salvador, Belén, Vitoria y Curitiba, entre otras grandes capitales regionales.

Gastos. Los costos elevados (más de 15 mil millones para la Copa del Mundo 2014, por ejemplo) y la falta de transparencia en esos gastos, generan críticas ante las deficiencias en ser­vicios de un país donde nadie desconoce mejoras sociales.

Preocupación. A poco más de un mes de la llegada a Río del Papa, al gobierno le preocupa el clima social instalado.

3,20 reales es el precio que se fijó para el boleto urbano

65 mil personas marcharon anoche en San Pablo, según reportes de Folha.

Más

Los manifestantes prometieron seguir movilizados. “Las manifestaciones pacíficas son legítimas y propias de la democracia”, dijo ayer Dilma.

 

Fuente: Diario La Voz del Interior